
Podemos considerar el ejercicio físico como “cualquier actividad que al realizarla conlleve consigo un gasto de energía del sistema corporal”. El ejercicio físico alarga la vida de los que lo practican, disminuye el riesgo de muerte súbita y de enfermedad coronaria, y desde luego, aumenta la capacidad de trabajo y la sensación de bienestar de quien lo realiza regularmente. Mediante datos recogidos por la OMS (Organización Mundial de la Salud) se demuestra que la inactividad física es el cuarto factor de riesgo en mortalidad mundial.
El ejercicio cardiovascular, también conocido como aeróbico, es muy importante para la salud, para mantenernos en forma y para hacernos adelgazar.
Se llama vascular porque hace trabajar al corazón y lo fortalece, junto a los pulmones. Al hacer ejercicio de forma regular, disminuye la frecuencia cardíaca en reposo y aumenta el volumen sistólico. Se produce un aumento del tono venoso, favoreciendo el retorno de la sangre por las venas y previene la aparición de varices y ademas favorece la disminución de la presión arterial.
Los músculos durante el ejercicio aumentan el consumo de oxígeno, dando lugar a un aumento en la cantidad de sangre que llega al músculo. Esto se produce como consecuencia del aumento en el gasto cardíaco y por la redistribución del flujo sanguíneo caracterizado por una vasodilatación localizada en el territorio de los músculos en ejercicio y, contrariamente, por una vasoconstricción en los músculos “inactivos” y otros órganos, como el bazo. El aumento del gasto cardíaco viene determinado por el aumento del volumen sistólico (volumen de sangre que sale del corazón) y de la frecuencia cardíaca. Podríamos definir el ejercicio cardiovascular como aquel en el que movilizamos gran parte de nuestro sistema músculo-esquelético a una intensidad moderada, periódica y de duración determinada, con su gasto de energía correspondiente.
Para medir la intensidad se puede valorar la frecuencia cardíaca máxima (fcm). En actividad física, cuando el ejercicio es alto, el número máximo de pulsaciones por minuto (pm), que debe alcanzar un corazón sano, se calcula mediante una constante de 220 pm (para hombres) y 226 pm (para mujeres), a la cual se le resta la edad. Así, la frecuencia cardíaca máxima de un hombre de 50 años sería: 220 – 50 = 170 pm
Se considera ejercicio moderado al realizado entre el 60% – 75% de esa frecuencia cardíaca máxima, que es el porcentaje con el que se logran mayores beneficios cardiovasculares.
Con un nivel adecuado y regular de ejercicio físico para cada persona y sobre todo en edades adultas, se consigue prevenir y reducir el riesgo de hipertensión, cardiopatía coronaria, accidente cerebrovascular, diabetes, osteoporosis, obesidad… El ejercicio físico es un buen mecanismo para mantener un óptimo estado de salud y bienestar físico, psíquico y social en la edad adulta.
D. Juan Antonio Andreo Lillo – Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte.
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