
La vitamina C, o ácido ascórbico, es una vitamina hidrosoluble, esencial para el ser humano, y que no se almacena en nuestro cuerpo, por lo que debe ser consumida regularmente para evitar carencias o deficiencias en el organismo.
Entre sus muchas funciones podemos destacar:
- Potente antioxidante que se disuelve en el agua, fundamental para el sistema inmune.
- Minimiza y retrasa el proceso del envejecimiento.
- Interviene en la absorción del hierro por el tracto gastrointestinal.
- Beneficia la integridad endotelial, fundamental en la carnitina, colágeno y el metabolismo de las lipoproteínas.
- Importante en la cicatrización de heridas.
Obtención
Esta vitamina se puede obtener de forma natural o sintética. La forma natural es a través de los alimentos, sobre todo frutas y verduras, entre las que destacan los cítricos. Se absorbe rápidamente en el intestino delgado (duodeno) y su exceso se elimina por la orina.
El almacenamiento prolongado o inadecuado y la cocción de los alimentos ricos en dicha vitamina pueden disminuir el contenido vitamínico de estos.
Déficit de Vitamina C
Su déficit se aprecia más en ancianos con limitaciones en la ingesta, dietas macrobióticas, síndrome de malabsorción, alcoholismo, hipotiroidismo, diabetes y cáncer.
La mayoría de las manifestaciones clínicas del déficit de vitamina C son secundarias al defecto de formación del colágeno. Entre los síntomas más frecuentes aparecen: anorexia, dolores articulares, letargia, anemia, déficit en cicatrizaciones, pérdida de peso, estomatitis angular, glositis, lengua despapilada…
En estados más avanzados aparecerá el Escorbuto que se caracteriza por alteraciones en la coagulación, púrpura y hemorragias, equimosis en extremidades, pérdida de dientes, ictericia, edemas, fiebre y, en fase final, la muerte.