
Durante esta fase de alarma y confinamiento nos podemos ver sujetos a alteraciones bruscas de nuestro bienestar social, con repercusiones anímicas de tipo emocional y también repercusiones anímicas por nuestra situación laboral e incertidumbre económica. Todo esto nos va a conducir, frecuentemente, a una situación de disomnia o trastorno del sueño y esto se traduce en una afectación de nuestra vida diurna y a las relaciones con nuestro entorno familiar que es el más expuesto.
El insomnio es la percepción que un sujeto tiene de un sueño de mala calidad, insuficiente y poco satisfactorio. Se siente impotente frente a la imposibilidad de obtener un sueño adecuado. La falta de sueño nos conducirá a una serie de trastornos diurnos, fatiga, irritabilidad, ansiedad, falta de concentración, disminución en el rendimiento laboral…