Los calambres nocturnos son contracciones involuntarias y normales del músculo que no suelen estar causados por ninguna patología. Normalmente se localizan en las piernas, pies y muslos.
Afectan entre un 40-50% de las personas mayores de 50 años, especialmente mujeres, pero también a deportistas, embarazadas y pacientes que sufren la enfermedad de motoneurona (célula del sistema nervioso que controla la contracción o relajación de los músculos).
Pueden variar de intensidad, desde segundos a minutos. En caso de que aparezcan durante la práctica deportiva, es necesario suspender el ejercicio inmediatamente.
Causas de los calambres nocturnos
- Deshidratación. Es la más común. Al hacer ejercicio o sudar, perdemos minerales muy importantes, como el cloruro, el sodio y el magnesio, que tiene un papel esencial sobre la función muscular. Por ello, es fundamental reponer las sales y minerales tras entrenar e hidratarse cuando hace calor.
- El calentamiento y estiramiento antes de hacer deporte es fundamental para prevenir calambres, así como evitar daños en el sistema cardiovascular, lesiones y graves fracturas.
- Calzado apretado. Puede provocar problemas circulatorios y calambres en los pies al ejercer demasiada presión sobre los músculos.
- Fármacos. Muchos tienen los calambres entre sus posibles efectos secundarios.
- Malas posturas. Estar sentados sin moverse durante periodos largos de tiempo, sentarse colocando las piernas una encima de otra o cruzadas, o mantenerse de pie por periodos prolongados puede provocar la aparición de calambres.
- Mala circulación. Puede ser provocada por malos hábitos como el tabaco, el sedentarismo, el consumo de alcohol o llevar una dieta rica en grasas saturadas.
¿Qué podemos hacer?
No hay que automedicarse. Los fármacos antiinflamatorios no ayudan a aliviar los calambres. Hay que acudir a los remedios caseros:
- Estirar con fuerza el músculo afectado. Si se localiza en la pantorrilla, flexionar con fuerza el pie hacia arriba.
- En posición sentada, estirar la pierna y flexionar el pie hacia arriba. Se puede hacer con ayuda de una toalla, enrollándola en el centro del pie, y estirándola suavemente hacia ti.
- Caminar apoyando completamente la planta del pie.
- Ponerse de pie delante de una pared y separar los pies. Sin despegar las plantas del suelo, inclinar recto el cuerpo hacia adelante con las palmas de las manos apoyadas en la pared. Mantener esta postura hasta que el calambre ceda.
- Aplicar frío o calor local.
Si los calambres son frecuentes, producen dolor severo y se interponen en la vida diaria, es importante consultar con un profesional de la salud para descartar posibles patologías.











