
El cáncer de piel es una patología que afecta a los tejidos de la piel con la formación de células cancerosas.
Entre los factores predisponentes a la formación de un cáncer de piel se encuentran la exposición a la luz solar y las características de la piel, entre las que destaca su color, ya que la pigmentación y la capa de queratina, más o menos consistente, constituyen un freno a la acción de los rayos ultravioletas de la luz solar. Los rayos ultravioletas van a provocar alteraciones en los tejidos de la piel con mutaciones en su formación, alterando el ADN de las células y su acumulación durante años (“la piel tiene memoria”).
La incidencia del cáncer de piel ha aumentado de forma significativa en las últimas décadas, y de ello hay mucha responsabilidad en el llamado “agujero de ozono”, pues es en las zonas más expuestas a la falta de protección de nuestra atmósfera donde se desencadenan mayor número de casos de cáncer de piel.
Dentro de los cánceres de piel hay dos grupos conformados por su agresividad:
Cáncer cutáneo no melanoma:
- Carcinoma epidermoide o espinocelular.
- Carcinoma basocelular.
Cáncer cutáneo melanoma maligno.
El carcinoma basocelular se considera el tumor maligno más frecuente en el ser humano, seguido en frecuencia por el carcinoma epidermoide, en una proporción de 4:1 aproximadamente.
El melanoma es el tumor cutáneo más temido por su elevada agresividad y por su capacidad de provocar diseminaciones o metástasis en fases avanzadas.