
La fascitis plantar es la inflamación de la fascia (membrana de tejido fibroso) que une el hueso del talón (el calcáneo) con cada una de las falanges proximales (los huesos localizados en la base de los dedos).
Esta inflamación provoca dolor en el talón y a lo largo de la planta del pie. No obstante, dentro de esta región anatómica se deben diferenciar otras posibles patologías como la tendinitis del flexor profundo del primer dedo, las bursitis, los espolones calcáneos activos, los atrapamientos del nervio abductor del quinto dedo, las fracturas, etc.
La fascitis plantar puede deberse a diversas causas como sobrecarga, microtraumatismo repetitivo, acortamiento de la cadena posterior (muscular y tendinosa) de la pierna, perdida funcional del músculo tibial posterior, falta de adaptación al ejercicio, calzado inadecuado o estrés mecánico, entre otras. La fascitis plantar normalmente presenta un incremento del dolor conforme se va agravando la lesión, inicialmente siendo solo matutino en los primeros pasos o durante los momentos más intensos de la actividad deportiva para, progresivamente, ir haciéndose más evidente al inicio de la pisada tras haber estado sentado.
En los estadios más desarrollados puede ser incompatible con la marcha o limitar esta en el tiempo por dolor. El tratamiento se debe hacer lo antes posible para que no se cronifique. El fisioterapeuta con los datos sobre la enfermedad, el estudio clínico, los síntomas y el diagnóstico programará la terapia más adecuada en cada caso.
Actualmente existen diversas formas de tratar las fascitis, que van a depender del diagnóstico. Entre ellos está la reeducación de la pisada o, en caso de fracasar, el uso de plantillas. El estiramiento de la cadena posterior, la activación de los músculos inhibidos, la fisioterapia invasiva, la punción seca, las infiltraciones, los masajes, las terapias físicas (frio, calor, corrientes…) son las armas con las que poder solucionar esta patología. En su prevención, mantener la correcta elasticidad de toda la cadena posterior, sobre todo del gemelo, el soleo, el flexor largo del primer dedo y la fascia plantar, además, el uso de calzado adecuado y el trabajo de la musculatura intrínseca del pie, así como, el incremento progresivo del ejercicio van a ser claves para evitar esta insidiosa patología.
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