
En primer lugar, vamos a definir qué son los edulcorantes. Se llama edulcorante a aquella sustancia que aporta sabor dulce a un producto, pero actualmente cuando hablamos de edulcorantes pensamos en sustancias que podemos utilizar como alternativas al azúcar, para endulzar aportando menos calorías (kcal).
Su consumo se ha elevado en los últimos años dada la preocupación creciente por el aumento de la obesidad y de enfermedades relacionadas con la misma, como diabetes, colesterol, hipertensión etc.
Sin embargo, hay que valorar si estos edulcorantes pueden dar lugar a otro tipo de problemas y si podemos establecer que hay algunos tipos de edulcorantes más adecuados que otros.
Hay dos tipos de edulcorantes, los llamados edulcorantes naturales o nutritivos y los edulcorantes artificiales o no nutritivos.
- Los edulcorantes naturales o nutritivos, son aquellos que sí que aportan algo de valor energético, es decir, tienen calorías. Algunos ejemplos son la fructosa y los polioles (malitol, sorbitol eritritol, xilitol…)
- Los edulcorantes artificiales o no nutritivos, éstos en cambio no tienen valor energético. En este grupo encontraríamos el aspartamo, acesulfamo, sacarina, ciclamato, stevia…
Ahora la pregunta es, ¿qué tipo de edulcorante es el más adecuado?
Si únicamente nos quedamos con esta diferencia podría parecer que los edulcorantes artificiales son la mejor opción para sustituir el azúcar ya que no aportan calorías y así conseguir una mejor salud o en caso de ser ese el objetivo, perder grasa corporal. Pero hay estudios que investigan la posible relación que puede haber entre el consumo de estos edulcorantes no nutritivos y un aumento de peso. Estos estudios se basan en que, al no poseer valor energético, se produce una disminución de la sensación de saciedad y así, un aumento de la ansiedad hacia la comida, dando lugar a un posible abuso de alimentos procesados, de alta carga calórica y con grasas saturadas y/o azúcar, consiguiendo justo el efecto contrario al deseado.
Ahora bien, en cuanto a los edulcorantes nutritivos, que aportan algo de kcal, serían más saciantes que los artificiales siendo una ventaja sobre los mismos puesto que puede ayudar a controlar mejor la ansiedad. Sin embargo, una parte de estos edulcorantes o polioles no se puede absorber en el intestino delgado llegando al intestino grueso donde es digerida por nuestra microbiota, provocando gases, inflamación y malestar digestivo.
Si bien es cierto que, como excepción, tenemos un edulcorante llamado eritritol, el cual se absorbe en mayor medida en el intestino delgado, reduciendo esos posibles efectos adversos. Igualmente, un abuso de eritritol también puede provocar malestar intestinal.
Otro aspecto para tener en cuenta de cualquier tipo de edulcorante es que modifica el dulzor natural del alimento o bebida que vamos a consumir, provocando así una necesidad de tomar alimentos extremadamente dulces, cuando lo que se debe hacer es acostumbrar el paladar al sabor que tienen los alimentos en su estado natural.
En conclusión, falta mucha investigación en cuanto al posible efecto negativo que puede tener a largo plazo sobre la microbiota intestinal y sobre la salud, el consumo habitual de edulcorantes, tanto naturales como artificiales. Sin embargo, con los datos que ya se tienen sobre la mesa, se podría decir que los edulcorantes pueden ser una buena alternativa al azúcar para ciertos sectores de la población como personas con enfermedades derivadas del consumo de azúcar o con sobrepeso u obesidad, y para personas sanas que quieran dejar de consumir azúcar como prevención y mejora de su salud, pero siempre y cuando su uso vaya disminuyendo tanto en cantidad como en frecuencia de utilización, hasta conseguir valorar el producto natural, sin un dulzor extra y como consumo ocasional.
D.ª Patricia Ramo
Nutricionista