
Siempre se ha dicho que el sol, y por tanto la vitamina D, es fundamental para las personas. ¿Pero sabe hasta qué punto esto es cierto? No solo afecta al estado de ánimo, sino que también tiene un papel imprescindible en los tejidos de nuestro cuerpo.
Se trata de una prohormona, que el cuerpo transforma en hormona, que colabora en la absorción de calcio y fósforo para una óptima salud ósea y dental. Además, funciona dentro del sistema endocrino para ayudar a mantener bien regulados los niveles de serotonina, dopamina, adrenalina y noradrenalina, fundamentales para el bienestar mental.
El 90% de la vitamina la obtenemos por la piel gracias a la radiación ultravioleta. Por ello, es habitual que durante los meses de verano (y concretamente de marzo a octubre) los niveles estén estabilizados. Por el contrario, en invierno suelen bajar y se debe compensar con la alimentación.
Alimentos ricos en vitamina D:
- Pescados grasos, como el salmón o el atún
- Sardinas enlatadas
- Caballa y atún en conserva
- Conservas en escabeche o en aceite
- Carne de vacuno
- Champiñones shiitake
- Yema de huevo
- Hígado de ternera
- Aceite de hígado de bacalao
Asimismo, hay muchos alimentos que se suplementan con vitamina D como la leche, los zumos de frutas, los yogures, la mantequilla, los cereales o los quesos, aunque se debe prestar atención a que no contengan una cantidad de azúcar elevada.
Otros consejos
Recomendamos tomar el sol entre 10 y 15 minutos al día, especialmente en la cara, brazos y piernas, pues son las zonas del cuerpo que mejor lo absorben.
Otra buena opción es hacer ejercicio al aire libre, ya que se aprovechan los rayos de sol mejorando los niveles de vitamina e incrementando la salud de los huesos.
Síntomas de déficit
Deben prestar especial atención a estos consejos las personas de riesgo, en este caso personas de edad avanzada o con deficiencia cognitiva, con exposición solar restringida, con obesidad abdominal, con desnutrición, fumadores y mujeres durante la lactancia y el embarazo.
Una carencia de vitamina D se presenta con:
- Dolor de huesos y molestias en la espalda
- Infecciones frecuentes
- Fatiga
- Retraso en la cicatrización de las heridas
- Caída del cabello
Cuando se observa este cuadro clínico se debe acudir al especialista para que le realice un examen y valore si son necesarios suplementos vitamínicos para cubrir las necesidades del organismo. Es importante no tomarlos libremente, puesto que un exceso de vitamina D puede resultar perjudicial.