
La cirrosis hepática es una importante enfermedad crónica del hígado. En ella se produce la destrucción (necrosis) de las células hepáticas de forma que la fibrosis sustituye gran parte del tejido hepático normal. Como consecuencia existe un funcionamiento hepático deficiente.
Se puede llegar a ella por muy diversas causas, siendo las más frecuentes el consumo excesivo de alcohol, las hepatitis crónicas virales C o B, la hemocromatosis (enfermedad hereditaria por acúmulo de hierro) o la esteatosis hepática (depósito de grasa en el hígado). Otras posibles causas menos comunes son: enfermedades autoinmunes, medicamentos, etc. En todas estas enfermedades hepáticas es muy importante realizar un tratamiento adecuado y precoz para evitar que progresen hasta llegar a la cirrosis. Generalmente, la cirrosis es irreversible, pero en ocasiones, si se administra un tratamiento de elevada eficacia, como por ejemplo en la hepatitis crónica B, se puede conseguir su desaparición.
Para su diagnóstico se necesita una biopsia hepática, aunque más fácilmente se puede diagnosticar mediante Fibroscan (EchosensTM). El Fibroscan es una prueba sencilla, que no causa molestias ni tiene riesgo y mide la fibrosis hepática. En los casos más graves de cirrosis, la combinación de los síntomas con las alteraciones analíticas y de las radiografías también puede servir para hacer el diagnóstico.
La importancia de la cirrosis viene dada porque es una fase avanzada de las enfermedades crónicas del hígado.
Es un trastorno frecuente y puede tener consecuencias graves en las personas que la padecen. En España es la 8ª causa de muerte.
La cirrosis puede dar lugar a dos complicaciones como son la hipertensión portal (que ocasiona ascitis o acúmulo de líquido en el abdomen, hemorragia por varices del esófago, encefalopatía hepática o dificultad para pensar) o el cáncer de hígado.
La enfermedad puede manifestarse con alteraciones típicas cuando aparecen las complicaciones (ascitis, hemorragia por varices, ictericia o coloración amarilla de la piel, etc). Sin embargo, muchas veces existen síntomas poco importantes (cansancio, falta de apetito, pérdida de peso, etc.)
Debe valorarse la posible existencia de ina cirrosis en los siguientes casos:
- Pacientes con antecedentes de abuso de alcohol.
- Enfermos con hepatitis crónica viral C o B.
- Personas con elevación crónica de las transaminasas (ASAT o GOT y ALAT o GPT) o alteraciones de otras analíticas hepáticas.
- Sujetos con datos analíticos de acúmulo de hierro en el organismo.
- Pacientes con enfermedades crónicas del hígado en general.
- Sujetos con alteraciones típicas hepáticas en la ecografía o radiografías del abdomen (TAC, resonancia magnética).
- Enfermos con varices en el esófago.
Es muy importante hacer el diagnóstico precoz de la cirrosis hepática para tratar su causa, efectuar los controles necesarios (analítica, ecografía, etc.) y prevenir en lo posible la aprición de las complicaciones. Una vez realizado el diagnóstico de cirrosis se debe hacer un seguimiento de por vida.
Dr. Mariano Gómez Rubio – Hepatólogo
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