
La enfermedad inflamatoria pélvica (E.I.P.) comprende la alteración inflamatoria e infecciosa, que afecta a los órganos genitales de la mujer, trompas de Falopio, ovarios, y estructuras adyacentes. Se pueden dar combinaciones de endometritis, salpingitis, abscesos tubováricos y pelviperitonitis.
A raíz de la liberalización de las relaciones sexuales a edades jóvenes se ha producido en los últimos treinta y cinco años un incremento de casos de E.I.P; dicha enfermedad es más frecuente en mujeres de quince a veinticinco años y, la importancia, a parte del cuadro agudo que produce, viene dada por su capacidad de provocar secuelas como la esterilidad, embarazos ectópicos y dispareunia.
La E.I.P. se considera la complicación más frecuente de las enfermedades de transmisión sexual bacterianas.
La infección suele ser polimicrobiana, pero los patógenos más relacionados son Neissería Gonorrehoeae y Chlamydia Trachomatis. Otros gérmenes pueden ser estreptococos del grupo B, gardnerella vaginales, etc.
Las bacterias pueden acceder a la porción superior del aparato genital fundamentalmente por diseminación ascendente a partir de gérmenes acantonados en el cuello uterino.
La clasificación clínica se basa fundamentalmente en el grado evolutivo de la enfermedad, en los síntomas y en los datos que aporta la exploración clínica. Hay cuatro estadios:
- Estadio I: Salpingitis aguda sin pelviperitonitis.
- Estadio II: Salpingitis aguda con pelvi- peritonitis.
- Estadio III: Salpingitis aguda con formación de abscesos tubováricos.
- Estadio IV: Rotura de absceso.
Los principales factores de riesgo son:
- Edad inferior a 25 años.
- Múltiples compañeros sexuales.
- E.T.S. – No utilización de métodos de barrera.
- Historia previa de E.I.P.
- Historia de vaginosis y cervicitis.
- Dispositivos intrauterinos, sobre todo en los tres meses posteriores a su inserción, por la manipulación.
- Aborto.
- Instrumentación uterina, cirugía cervical.
La E.I.P. puede cursar con los siguientes síntomas:
- El más frecuente es el dolor abdominal bajo (95%) bilateral y su intensidad puede variar de totalmente ausente a un dolor muy intenso con un componente peritoneal importante. Esta variabilidad en cuanto al dolor, puede provocar confusiones diagnósticas que en muchos casos condicionan un tratamiento no adecuado, y por consiguiente la aparición de secuelas.
- Flujo vaginal de características anormales (74%).
- Sangrado anormal (45%) intermensual, postcoital, etc.
- Síntomas urinarios (35%) como disuria y polaquiuria.
- Síntomas digestivos (14%) como nauseas, vómitos, diarreas, etc.
- Es posible, como decíamos, la ausencia de síntomas.
En la exploración, por parte del ginecólogo, se pueden encontrar los siguientes signos:
- Dolor en la movilización del cuello uterino.
- Dolor anexial en la exploración vaginal bimanual.
Por otro lado, en el examen con espéculo podemos observar:
- Flujo endocervical purulento.
- Fiebre de más de 38 grados.
- Masa pélvica que sugiere absceso tubovárico.
Ante la sospecha de E.I.P. se deben realizar las siguientes pruebas:
- Analítica de sangre.
- Hemograma y bioquímica general.
- Toma vaginal y endocervical (para la detección de posible Gonococo y Clamidia).
- Ecografía transvaginal (con la que se obtendrá información para la existencia o no de absceso tubovárico).
- Laparoscopia, éste es el único método fiable para el diagnóstico porque permite una visión directa y la toma de cultivos, pero se reserva para casos seleccionados como los de diagnóstico muy dudoso o cuando fracasa el tratamiento.
Asimismo, debe hacerse siempre un diagnóstico diferencial con:
- Enfermedades urológicas, infecciones del tracto urinario o cólico renal.
- Enfermedades ginecológicas y obstétricas, como amenaza de aborto, embarazo ectópico, rotura o torsión de un quiste de ovario, endometriosis y síndrome adhrencial por cirugía previa.
- Enfermedades digestivas, como la gastroenteritis aguda, apendicitis, diverticulitis, colecistitis, intestino irritable, etc.
El tratamiento irá orientado a la cobertura de los gérmenes patógenos y es, evidentemente, un tratamiento antibiótico.
Las pacientes que no responden al tratamiento antibiótico ambulatorio en 72 horas deben ser hospitalizadas para realizarles tratamiento hospitalario con pautas antibióticas de dos o tres fármacos. En caso de existir absceso tubovárico debe ser drenado quirúrgicamente, siendo una cirugía conservadora e individualizada.
La pareja sexual de las pacientes con E.I.P. debe ser examinada y tratada, si ha mantenido relaciones sexuales con la paciente los 60 días previos a la aparición de los síntomas, porque con frecuencia dichas parejas sexuales son portadoras asintomáticas.
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