
Los alimentos transgénicos son obtenidos a través de un organismo manipulado genéticamente. Si bien, desde la antigüedad, el hombre ha ido modificando los vegetales que utiliza como alimento mezclando montones de genes al azar, la biotecnología moderna trata de insertar en una determinada especie un gen específico procedente de otro para lograr un resultado concreto como, por ejemplo: obtener cultivos que crezcan más deprisa o que sean más resistentes a las plagas de insectos; conseguir alimentos que tengan una vida comercial más larga, que resistan condiciones ambientales más agresivas como sequías o heladas, etc.
El primer alimento modificado por ingeniería genética para el consumo fue el tomate Flavr Svr., después vendría la soja y el maíz transgénicos. La ingenieria genética aplicada a la alimentación tiene un amplio campo; sin embargo, los productos transgénicos suscitan opiniones encontradas. Hay un sector que está en contra de la manipulación genética de los alimentos porque opina que esto va en contra de la salud humana. Según este sector, no se está evaluando correctamente los riesgos sanitarios que podrían existir al ingerir estos alimentos.
En definitiva, si bien es cierto que los alimentos transgénicos pueden rendir más, siendo ésta una solución al hambre y a la desnutrición en países en vía de desarrollo, también es cierto que la ciencia todavía no ha determinado hasta qué punto son ciertas a medio o largo plazo las afirmaciones de que los transgénicos puedan no ser beneficiosos para la salud. Toda esta polémica es lo que ha generado que mucha gente evite tomar productos transgénicos.
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