En los últimos años, y especialmente en esta época extraña de pandemia que nos ha tocado vivir, las palabras Resiliencia y Salud Mental resuenan continuamente en titulares de medios de comunicación, en boca de políticos, en la cola del banco o la panadería pero, ¿qué es la Resiliencia? Y… ¿qué tiene que ver con la Salud Mental?
Resiliencia se define según la Real Academia Española de la Lengua (RAE) como la capacidad de adaptación a un agente perturbador, un estado o situación adversa. En psicología, se define como la capacidad de adaptarse de manera eficiente y recuperarse rápidamente después de una situación de estrés, una adversidad, un traumatismo o una tragedia. Según la definición, e incluso fonéticamente, es fácil pensar que se trata de un sinónimo de resistencia que, si bien suena parecido, está en las antípodas conceptuales de la resiliencia, pues mientras que resistencia conlleva “oposición”, la clave de la resiliencia se esconde en la capacidad de adaptación.
¿Y qué tiene que ver la Resiliencia con la Salud Mental? En nuestra vida, todas las personas nos enfrentamos a distintas situaciones adversas (ruptura sentimental, pérdida de seres queridos, dificultades laborales o económicas, enfermedades físicas…) que pueden resultar perturbadoras por generarnos una carga mayor de estrés o pueden interferir en nuestro funcionamiento habitual.
Ante estas situaciones adversas, el ser humano puede reaccionar de formas distintas. Una de ellas sería la negación, intentar ignorar el problema, seguir funcionando como si no sucediese nada y por tanto manteniendo el estrés y la alteración de nuestro funcionamiento con el impacto negativo a largo plazo que podría suponer desarrollar trastornos como el de ansiedad, adaptativo o depresivo mayor. Similares consecuencias podría tener resistirse a la nueva situación tratando de mantener el estado mental y físico previo por todos los medios posibles, ya que podría acarrear un elevado malestar psicológico que podría llegar a constituir un trastorno mental como los citados anteriormente.
Otra de las posturas que pueden desarrollarse ante la adversidad, es la adaptación psicosocial ante la nueva situación, la resiliencia. Aunque resiliencia no es simplemente adaptación, es adaptación en positivo. Es decir, la persona resiliente además de adaptarse, afrontar y superar la circunstancia adversa, aprende de ella para salir más preparado en el momento de enfrentarse a nuevos retos futuros.
Ser resiliente no es una cualidad innata con la que nacemos, es cierto que puede haber una predisposición a ella en nuestro carácter, pero podemos aprender a desarrollarla y entrenarla. En el entrenamiento de la resiliencia, se propone una serie de hábitos que favorecen el desarrollo de esta habilidad:
- Actitud positiva ante la vida. Consiste en tratar de ver los aspectos positivos de cualquier tipo de situación, de esta forma, podemos manejar las situaciones adversas desde la perspectiva de qué se puede aprender.
- Mantener una autoestima fuerte. Conocer cuáles son nuestras virtudes y asumir nuestras limitaciones.
- Centrarnos en el momento presente. Enfrentarse al día a día dejando atrás el pasado y evitando sufrir por acontecimientos potenciales futuros que aún no han ocurrido y que posiblemente no lleguen a ocurrir.
- Mente abierta. Mantener una actitud de apertura ante nuevas experiencias confiando en nuestra capacidad para adaptarnos a ellas de forma positiva.
Tener herramientas para enfrentarnos a las complicaciones de la vida y poder hacerlo desde la calma y la reflexión nos dará la capacidad de ser más resilientes y en última instancia, evitar el sufrimiento psicológico derivado de las adversidades inherentes a la vida y así conseguir mejorar nuestra Salud Mental.
Patricia Herbera
Especialista en Psiquiatría Hospital Universitario San Juan de Alicante