
El SIBO (o Sobrecrecimiento Bacteriano Intestinal) es una patología descrita hace varias décadas que recientemente ha atraído la atención de la comunidad médica y de la población general, con gran difusión en redes sociales.
Se produce por un aumento excesivo de bacterias en el intestino delgado, y los factores que pueden contribuir a su aparición incluyen alteraciones de motilidad intestinal, anomalías anatómicas como cirugías previas del tracto gastrointestinal, una utilización excesiva de antibióticos o ciertas enfermedades gastrointestinales.
Respecto a los síntomas que se han atribuido clásicamente al SIBO, pueden ser diversos e inespecíficos: estreñimiento, distensión abdominal, gases y flatulencias, nauseas o diarrea, siendo esta última el síntoma más asociado. En casos más graves y raros se han observado deficiencias nutricionales.
Su diagnóstico se suele basar en pruebas de aliento que miden la producción de hidrógeno y metano tras la ingesta de un determinado sustrato, como la lactulosa o la glucosa. Un aumento de estos gases podría sugerir la presencia de un sobrecrecimiento bacteriano.
Sin embargo, la prueba más fiable es el aspirado jejunal y posterior cultivo, que habitualmente no se realiza por ser costoso. Este requiere de la endoscopia, por lo que su utilización no se emplea en la práctica clínica.
Tras su diagnóstico, el tratamiento más empleado hasta la fecha son antibióticos, particularmente la rifaximina. Determinadas dietas también han demostrado cierta mejoría de los síntomas, aunque con escasa evidencia científica.
Prudencia en el diagnóstico
Su creciente popularidad y el aumento considerable de diagnósticos ha puesto en alerta a las principales sociedades nacionales de gastroenterología, como la Sociedad española de Patología Digestiva o la Asociación Española de Neurogastroenterología y Motilidad.
Dichas asociaciones actualmente no recomiendan la realización de un test de aliento diagnóstico de sobrecrecimiento bacteriano en pacientes con síntomas inespecíficos y ausencia de un factor claramente predisponente, como una cirugía intestinal o alteraciones de la contractilidad intestinal.
Además, recientemente un grupo de expertos han redactado un documento donde muestran escepticismo con esta situación actual, ya que hasta la fecha no se dispone de una definición precisa y ampliamente aceptada de esta patología, e incluso no hay un acuerdo de a partir de cuándo se puede considerar una prueba como positiva. Por tanto, recomiendan cautela ante un resultado positivo en pacientes sin cambios importantes en la contractilidad intestinal o anatómicos.
Por otra parte, aunque se emplean ampliamente los test de aliento como alternativas no invasivas, presentan una baja precisión para el diagnóstico, debiendo interpretar los resultados con prudencia.
Por todo ello, se debe tomar con cuidado un diagnóstico mediante test de aliento cuando no exista una condición que claramente lo favorezca, siendo en muchas ocasiones síntomas que pueden deberse a otros trastornos gastrointestinales.
Esteban Fuentes Valenzuela
Especialista en Aparato Digestivo
Cirugía y Digestivo, Hospital Viamed Santa Elena