
La vitamina E es una vitamina liposoluble. No se disuelve en agua y no se elimina por la orina. Se almacena, fundamentalmente, en el hígado y en los tejidos grasos.
Es un potente antioxidante que nos protege frente a radicales libres. Tiene un papel fundamental en el metabolismo celular. Es el antioxidante liposoluble más importante en los tejidos. Ayuda en la formación de glóbulos rojos y protege nuestro sistema inmunitario.
Sus principales fuentes alimentarias son los aceites vegetales, sobre todo girasol, maíz, trigo y soja. También en semillas de girasol, cacahuetes y nueces. En cuanto a vegetales, los más ricos serán los de hoja verde, sobre todo brócoli y espinacas.
Es componente de muchos alimentos enriquecidos en vitaminas. Hay que tener cuidado en su consumo y abuso, pues pueden producir efectos secundarios si nos pasamos de dosis (no en los consumidos en alimentos naturales). La dosis diaria aproximada es de 15 mg en adultos y 5 mg en niños.
Un déficit en vitamina E puede producir destrucción de glóbulos rojos y anemia. Un exceso puede afectar a la circulación, sobre todo cerebral, riesgo de accidente vascular cerebral.